60 aniversario de la Bodega Sepúlveda
Bodega Sepúlveda celebra 60 años de una cocina tradicional, honesta y sencilla
La familia Solà, propietarios y gerentes del restaurante Bodega Sepúlveda (Sepúlveda 173, bis), han celebrado el 60 aniversario de la apertura de su negocio con una gran fiesta dedicada a su cocina auténtica, tradicional, honesta, sencilla y con proyección de futuro. Josep Solà, Joaquina Marco y sus dos hijas Sònia y Núria Solà fueron los protagonistas de una gran fiesta la noche del jueves en la Antigua Fábrica de cervezas Damm a la que asistieron más de 700 amigos y clientes de su negocio.
Entre los asistentes a la fiesta destacaron algunos cocineros como Carles Abellán (Restaurante Comerç 24), Christian Escribà (Pastelería Escribà) y Ly Leap (Restaurante Indochine), políticos y periodistas de renombre, clientes de siempre, tales como Albert Om. Om fue también uno de los protagonistas de la velada porque celebró allí mismo junto a los Solà su propio cumpleaños, con un pastel elaborado expresamente por Escribà.
La fiesta fue una gran oda a la gastronomía y al producto durante la que los asistentes pudieron degustar algunos de los platos más legendarios de Bodega Sepúlveda – tales como las albóndigas con ceps o sus croquetas rellenas con ceps, cabrales, carn d’olla o chipirón- y otros productos de la más alta calidad colocados en un sabroso recorrido culinario.
Llegar a cumplir 60 años es siempre motivo de alegría y el caso de la familia Solà y la Bodega Sepúlveda, lo es aún más.
Mientras muchos negocios, especialmente los más pequeños y modestos, se han visto obligados a cerrar debido a los efectos de la crisis, esta pequeña empresa, ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos sin perder un ápice de tradición y autenticidad.
No solo ha “sobrevivido”, sino que están convencidos de que les queda mucha historia que contar y muchos aniversarios por celebrar.
Al dueño y patriarca de Bodega Sepúlveda, Josep Solà, de casi 71 años, se le llena el pecho de orgullo y de ilusión al hablar de su negocio y de su familia – su mujer Joaquina y sus dos hijas Sònia y Núria-, con las que ha trabajado siempre en este negocio de hasta cuatro generaciones. “Me invade un sentimiento de satisfacción, pero sobre todo de agradecimiento a nuestros clientes, de hasta tres y cuatro generaciones, que son la base de nuestro negocio”, ha dicho Josep Solà, orgulloso de no estar aún jubilado, y sin intención de hacerlo nunca.
Están muy orgullosos de lo variado de su clientela, algo que forma parte de la idiosincrasia del local, en el que se mezclan sin problemas personas de todo tipo. Desde artistas de los teatros cercanos; políticos – todos los alcaldes de la democracia que ha tenido Barcelona han pasado por allí-; o deportistas de renombre; hasta el más anónimo de los barceloneses.
“Nuestro objetivo siempre ha sido alegrar la vida de la gente, que se sientan aquí como en casa, que se relajen, que disfruten”, ha dicho. Y a decir por el éxito del local y la asiduidad de la clientela, lo consiguen. Les sobran motivos para celebrar.