Es curiosa la poca atención que le ponemos a nuestro país vecino, tan cerca y tan desconocido, como es el caso con Bragança, al nordeste de Portugal. Esta tierra fronteriza con Zamora es la capital de la región Tierras de Tras-os-Montes, donde se esconde el Parque Natural de Montesinho, de paisaje diverso, con mesetas y sierras, lleno de naturaleza y ríos de aguas limpias.
Los protagonistas son las especies protegidas como el lobo ibérico, el corzo y el venado, convirtiendo a este conjunto en un patrimonio ecológico de gran interés turístico y medioambiental.
BREVE HISTORIA Y CIUDADELA
Bragança es afortunada, pues el paso del tiempo ha sido muy generoso manteniendo prácticamente intacta toda su historia a lo largo de los siglos. Toda ella respira historia, arte y cultura. En lo alto de un cerro se encuentra sus orígenes y su identidad: una antigua ciudadela amurallada que se remonta a la época romana.
Desde la Puerta del Sol de la muralla de piedra, se accede a la ciudadela, donde el Castillo de Bragança es testigo de batallas entre los reinos cristianos y musulmanes. Hoy convertido en museo, conserva una excelente colección de armamento antiguo. Junto al Castillo, la Torre de la Princesa y la Torre del Homenaje donde se esconden leyendas de traiciones y desamores.
Dentro de la Ciudadela, se encuentra perfectamente conservado su barrio medieval, a destacar La Iglesia de Santa Maria de Bragança, del siglo XVI, y junto a ésta lo que se considera el ayuntamiento más antiguo de Portugal, un antiguo consistorio del S.XII, el Domus Municipalis de estilo románico, con una construcción rectangular y completamente abierto.
Iglesia de Sta. María
Cerca, el Museo Ibérico de las Máscara y del Traje, curioso donde los haya, abriga una interesante colección de máscaras y trajes típicos tradicionales que se remontan a los antiguos rituales y celebraciones paganas que aún hoy persisten y están muy presentes entre sus gentes.
Paseando por Bragança
Su punto vital es la Praça da Sé, vigilada por un Cruceiro sobre columna salomónica de 1869, donde merece la pena visitar la Catedral antigua de Braganza, con capilla barroca y antigua propiedad de los Jesuitas.
En los alrededores, hay varios edificios que forman parte de la heredad de la ciudad como la Iglesia de la Misericórdia con su fachada cubierta de azulejos, y sus otros muchos museos, dando ese carácter único y cultural y que llena de orgullo a su población, como es el caso del Centro de Arte Contemporáneo ubicado en un edificio del siglo XVII, el Museo etnográfico, el del Abade de baçal, de 1915 dentro del antiguo Palacio Episcopal y que recopila la historia social, política y religiosa de Bragança.
Pero quizá, el que más me sorprendió fue El Centro de Interpretación de la Cultura Sefardí, no sólo por su contenido, que también, sino porque te haces una idea de la gran colonia judía que estuvo asentada en Bragança.
Bragança es muchísimo más, son sus plazas, como la de Plaza de Sâo Vicente donde preside una iglesia románica con el mismo nombre y un montón de rincones contando la historia y una ciudad cosmopolita que ha sabido adaptarse.
Plaça da Sé. Gastronomía con origen
La gastronomía Trasmontana es muy apreciada en todo Portugal y aún desconocida para España. Es muy difícil de encontrar en otros sitios del país debido en gran parte por su situación fronteriza e influenciada por la cocina de Galicia, Castilla León y Oporto y a la vez aislada.
Es una cocina de carácter contundente, con recetas sencillas, tradicionales y muy arraigadas. Sus productos son de alta calidad y de temporada, donde la huerta, el rio y la Montaña son sus principales proveedores.
Predomina las carnes de cerdo, la vaca autóctona criada en la región y la caza en temporada, también son protagonistas las verduras, las setas, la miel y la castaña, imprescindible en prácticamente todos sus guisos, asados y postres.
El comercio y los restaurantes no son abundantes, no es fácil encontrar un sitio donde tomar un café, excepto en la Pastelería Florida, cerca de la Plaça da Sé, un agradable “Salón de Té” donde hacer un alto y disfrutar de un buen café con pastelería típica del lugar.
De los restaurantes que visitamos, todos dignos de mencionar, comparten los embutidos caseros como entrada y Alheiras, típicas de la región y de procedencia judía. Las Alheiras es la alternativa al embutido tradicional de cerdo, elaborado únicamente con carne de ave y pimentón.
En Restaurante Poças ( C/ Combatentes da Grande Guerra, 200), sencillo en decoración, su cocina nos descubre los platos de toda la vida, el típico cocido tradicional trasmontano, donde el protagonista es el cerdo, los grelos y las castañas.
Como postre, uno de sus dulces más característicos «Ouriços de Castanha», saquitos de hojaldre rellenos de castaña y miel.
Restaurante Solar Brançano, (Plaça da Sé). Este es uno de esos lugares especiales y emblemáticos de Bragança, su visita no es recomendada, es obligada.
El restaurante se encuentra en la primera planta de un edificio antiguo. Al entrar y subiendo las escaleras, tienes la sensación de estar invadiendo la intimidad de una casa particular debido a su decoración burguesa que te traslada a otra época, porque todo en este restaurante es historia: sus muebles, suelos, maderas, y hasta el menaje desde los cubiertos, platos, copas y jarras de cristal labrado con adornos de plata, hasta los manteles, todo ello son reliquias del pasado que hoy resisten para el disfrute de sus comensales.
Con 30 años de historia, su cocina es igualmente tradicional trasmontana, pero no sé si invadida por el entorno, me pareció más elegante. Comenzamos con los típicos embutidos, esta vez acompañados de rebanadas de pan artesanal regado con aceite local y un plato con castañas asadas. Otra de las entradas fueron unas Truchas (Salmo trutta) escabechadas, o eso creo.
Como plato principal nos sirvieron la famosa Posta Mirandesa, que no es más que un delicioso taco de carne de vaca autóctona criada en la región, y eso se nota, hecha en la parrilla de carbón.
Restaurante O Javalí, a las afueras de la ciudad, se encuentra este restaurante donde es famoso su guiso de jabalí. Nada más entrar, con motivos de caza en su decoración, ya te das cuenta de que es lo que se come aquí. Repetimos entrada de embutidos, pero esta vez, además tuvimos la oportunidad de probar quesos de la zona y torreznos fritos.
El primer plato, Sopa de castañas. Fue una experiencia curiosa, entre el dulce de la castaña y ese toque rancio que recuerda al sabor tan característico que aporta el unto al cocido gallego, aquí se llama Azedo, y no es únicamente grasa, es otro tipo de embutido local más untuoso y el responsable del particular sabor y la textura de la sopa.
Solamente con la contundencia de este plato, no haría falta un segundo, pero no pudimos resistirnos al Estofado de Jabalí en pote de hierro, acompañado de castañas y manzanas asadas sin faltar las berzas. Y de postre, como no podría ser de otra manera pudín de castañas.
Merece la pena venir a Bragança para disfrutar de su naturaleza, de los paseos por su ciudad y por supuesto para probar este tipo de estofados, de esta comida auténtica y tradicional de montaña ya prácticamente inexistente, que hoy forma parte del patrimonio cultural de Bragança y esperemos que lo conserven como tal.
Visi Gonzalez Ramos
Miembro de FEPET
Fotos: cedidas por el Ayuntamiento de Bragança
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