Cinco semanas estuvo cerrado el restaurante. Sólo cinco semanas durante el mes de febrero, las primeras en toda su historia, necesarias, eso sí, para preparar una efeméride de celebración, para festejar la vigencia de uno de les estandartes de la restauración en Barcelona. Tras la puesta a punto, la modernización de instalaciones y la reapertura de su bar, el restaurante Amaya celebra este 30 de mayo su 75 aniversario con energías renovadas, las que emanan de la casa de comidas familiar que siempre ha sido.
Las actuales gerentes del local, Laia y Mireia Torralba, hijas y nietas de propietarios del local, siguen la estela familiar y han intervenido para que todo siguiera igual. “Nos hemos hecho un regalo”, comentan. El alma y la esencia del considerado restaurante de cocina vasca más antiguo de Barcelona siguen intactas, pero ahora Amaya luce septuagenario como si tuviera escasos 20 años, recuperando el servicio de bar que disfrutó Barcelona a mediados del siglo pasado bajo la batuta de Antonio Torralba, la primera generación de la familia al frente del negocio. “Como si le hiciéramos un reconocimiento al abuelo”, comenta Laia. Reconocimiento y propuesta que se presenta con sendas barras a la entrada con carta propia, donde degustar la cocina histórica de Amaya en formato más pequeño.
Desde tapas con gildas y el mejor jamón y embutido Joselito, hasta platillos más elaborados y clásicos -como las croquetas, los calamares o el bacalao a la llauna con judías del Ganxet-, o la casa -como la tortilla de lomos de bacalao, las cocochas de merluza o la posibilidad de degustar una pequeña ración de 25gr. de angulas-. La cocina histórica de Amaya también se presenta en pequeño con tapas como la caja de frituras, la minihamburguesa, el canelón trufado o los huevos estrellados, o mediante exquisiteces como el zurito de gazpacho o el tartar de filete de ternera. Más de 50 especialidades en formato reducido para disfrutar de Amaya en platillo.
Amaya de antes. Amaya de ahora. Amaya de siempre
La capa de “chapa y pintura” que ha recibido el restaurante ha revertido sobre todo en la calidad del servicio. Se ha pintado todo el local y se han restaurado muebles y complementos bajo la batuta del arquitecto italiano Euro Bellesi, marido de Mireia Torralba, además de dotar con la última tecnología principalmente a una de las salas del restaurante. La Sala del Hogar ha recuperado su mítica chimenea y ahora presenta una estancia privatizable con acceso independiente, perfecta para cualquier reunión privada o de empresa con un gran televisor y todas las facilidades informáticas.
Todo el restaurante ha ganado en usabilidad rehabilitando y reformando espacios, y modernizándolos con mesas de madera y luz adecuada, y especialmente cuidada, que sirve de hilo conductor. A la entrada, una gran lámpara de araña de luces led da la bienvenida, un tipo de lámpara que se repite en diversos tamaños por todo el restaurante. Esta luz principal emana directamente de El Altell, la sala superior del Amaya. Aquí, los sofás han cambiado, así como la gran mesa central y las dos pequeñas y redondas de los laterales finales, ideales para parejas con ganas de privacidad y vistas.
Historia viva de las Ramblas
También en la entrada, bajo la lámpara, Amaya rememora historias, propias y colectivas, siempre relativas a esa calle universal en la que mora. Ahora, la entrada está flanqueada por una báscula de antaño y sendos mármoles con agujeros. No es antojo de propietario, es historia de bar y ciudad. La báscula era utilizada por los trabajadores del restaurante en sus inicios para pesar el género, y los mármoles también fueron emprados, en este caso por prostitutas preolímpicas para esperar bajo los meublés que poblaban la parte baja de las Ramblas. Con los tacones de sus zapatos golpeaban el suelo y, poco a poco, fueron perforando esos mármoles que ahora se pueden fotografiar.
Menú de mediodía en horario ininterrumpido.
Los mármoles componen una más de las intrahistorias que recoge un local de 75 años de vida, un local de cocina reconocida, ahora amplificado en formato, siempre fiel en calidad. Además de la apertura del bar, Amaya trae más novedades en su aniversario y ha apostado por la fórmula menú de mediodía a precio módico. Así, el gourmet puede comer en Amaya a la hora que quiera (la cocina tiene horario ininterrumpido) y en el formato escogido: una cena informal a base de tapas, una comida en mesa con platos de siempre o un menú divertido con sello Amaya. Son los cambios que los tiempos demandan, los cambios que necesita Amaya para no cambiar nada. El regalo de aniversario que hacen a Barcelona.
Mucho más que el restaurante de cocina vasca más antiguo de Barcelona
“La historia de Amaya es la crónica de un restaurante familiar que ha mantenido las esencias de la cocina clásica. Es un restaurante vasco, pero 75 años en las Ramblas le han hecho ser también ramblero, mediterráneo y catalán”. Ignacio Torralba entró a trabajar en Amaya en 1980 de la mano de su padre, Antonio Torralba, “el capi de la barra”, y ha visto crecer y desarrolarse un negocio familiar con sello Barcelona.
Un negocio que diversifica la oferta sin desatender la base de su cocina, una esencia vasca que sigue vigente y demandable en abundosos platos entre los que destacan los mejillones en su tinta, la merluza en salsa verde, el bacalao al pilpil o las angulas, ahora transformadas y presentes éstas en ración pequeña. Seguirán también inamovibles otros históricos de la casa como el rabo de buey estofado, las cocochas de bacalao y merluza o los canelones de la abuela Tomasa, nombres y propuestas que definen el porqué de una fidelidad, el porqué de su permanencia. La bodega, con más de 150 referencias tanto catalanas y españolas como internacionales, acompaña la experiencia. Orgulloso de la gerencia actual de sus hijas Mireia y Laia, aunque siempre a pie de mostrador junto a su mujer, María Luisa Fornés, Ignacio presume de restaurante y servicio. No en vano Amaya fue inaugurado como restaurante en 1941 por un catalán y un vasco que habían trabajando juntos en el norte.
Historias de posguerra y racionamiento, de escasez y abundancia, de bar y restaurante, de Barcelona, para que en 1978 Antonio Torralba -entonces barman del local- y Enrique Herrera –maitre- tomaron las riendas. Tras la muerte de éste, la estirpe Torralba copó por completo el negocio, diversificándolo, modernizándolo, hasta llegar al día de hoy, a poder celebrar los 75 años en plena forma.
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