Los derechos de los hijos y poco más

Los hijos tienen los derechos que tienen, los que les damos, los que les corresponden, los que ellos se cogen con nuestra permisibilidad, más los que ellos se toman sin nuestro consentimiento: Y esto es algo que debemos de analizar ante su comportamiento y antes de querer poner o imponer unas normas de convivencia dentro del hogar familiar o dentro de las relaciones familiares.

Los derechos de los hijos y poco más.

Los hijos tienen los derechos que tienen, los que les damos, los que les corresponden, los que ellos se cogen con nuestra permisibilidad, más los que ellos se toman sin nuestro consentimiento: Y esto es algo que debemos de analizar ante su comportamiento y antes de querer poner o imponer unas normas de convivencia dentro del hogar familiar o dentro de las relaciones familiares.

Quizás erróneamente a nuestra generación en su infancia solo se le hablo de obligaciones, no hablemos de las anteriores generaciones, que aun fue infinitamente peor en cuanto a derechos, y muy pocas veces de derechos, solamente conseguir que se hablara de derechos, fue una dura y ardua pelea con nuestros padres, instituciones y medios de todo tipo.

Dejarse el pelo medianamente largo para un hombre, era motivo de continuas peleas y castigos. Para una mujer, llegar a casa después de las once de la noche era imposible, la más mínima desobediencia traía consigo aparejado un castigo, osar a replicar a alguno de los padres o familiares mayores, era un zapatillazo seguro, una queja de los maestros o profesores a nuestros padres sobre nuestro comportamiento, era un seguro castigo en casa después de haber soportado el del profesor.

Las personas de mi generación, (los nacidos allá por los años 50-60) los del amor libre, los de la paz y las margaritas, los hippies, etc, vivimos en unas circunstancias que hoy se considerarían dictadura, y creo que esos vientos han traído estas tempestades. Hemos pretendido que nuestros hijos no vivieran en esa dictadura, les hemos facilitado la vida y los hemos liberado de las obligaciones, les hemos hablado de sus derechos, de su libertad, de vivir la vida, de disfrutar de ella. Les hemos facilitado todo tipo de juegos, juguetes y caprichos para que fueran felices, su mas mínima demanda era inmediatamente satisfecha y en la mayoría de las veces por encima de su pedido, no digamos de su necesidad. Los hemos acostumbrado a ser servidos, les hemos enseñado que estamos a su disposición, que somos sus serviles esclavos dispuestos a complacerles en todo sin pedir nada a cambio, hemos torcido el árbol para que se sintieran cómodos, en lugar de guiarlos para que fueran rectos y firmes.

Hoy no le hables a ninguno de nuestros hijos de obligaciones, no lo entienden y tampoco les interesa entenderlo, son incapaces de comprender algo más allá de sus derechos. Podemos ver y sentir casos de todo tipo, como nuestros hijos traen a casa un perrito, lo sacan de paseo o hacer sus necesidades pero a la vez veremos cómo son incapaces de comprender la necesidad de sus padres, incapaces de entender que después de estar todo el día tumbado en el sofá, ven como  llega  su madre agotada del trabajo y se pone a hacer la comida mientras ellos siguen tumbados, son incapaces de mostrar la mas mínima humanidad con padres, hermanos, abuelos, etc. Son capaces de asistir a una manifestación por la matanza de focas y también son capaces de ver como sus padres se están matando por ellos sin tener el más mínimo gesto de humanidad y comprensión con ellos, incapaces de ofrecer ayuda para algo que es común. En el mejor de los casos harán su habitación, que no tiene el fin de colaborar o ayudar, más bien será por alguna razón oculta.

Si pasamos al tema de su formación (estudios, práctica, habilidades, etc.), será otra demostración más de su incapacidad para el esfuerzo y el sacrificio aunque sea en su propio beneficio. Las palabras esfuerzo, sacrificio, tesón, no existen en su vocabulario. Si hablamos del tema de la responsabilidad, probablemente te dirán que ese no es su problema, que ellos no tienen la culpa, te dirán que eso es así hoy día, que sus amigos lo hacen, que eres de otra época, te dirán mil cosas, incluso que ellos no te pidieron nacer, pero no conseguirás que acepten responsabilidades en ninguno de sus actos, en esto como en otras muchas cosas, la cara que tienen es infinitamente más dura que el acero.

¡Y digo yo!, si nuestros hijos son incapaces de entender que nosotros también somos humanos, que nos cansamos, que tenemos bajones, que tenemos necesidades, que nos preocupamos por ellos y su futuro, que tememos que caigan en las mil trampas que la vida les tiene preparada, que la mayoría de nuestro esfuerzo diario va encaminado a ellos, a darles de comer, a poder vestirlos, a poder darles una formación, a . . . . .  , mil cosas para ellos, ¿De quién es la culpa?

¡Y digo yo!, si nuestros hijos son incapaces de mostrar la mas mínima humanidad con nosotros, si su egoísmo les permite ignorarnos, e incluso provocarnos. Si nuestros hijos están incapacitados para el esfuerzo y el sacrificio necesario para conseguir metas e imprescindible para conseguir la felicidad,  ¿De quién es la culpa?

Les hemos enseñado con nuestro afán de darles felicidad, que la consecución de caprichos, placeres y comodidad es la felicidad. Les hemos enseñado que la felicidad es algo que se consigue sin esfuerzo ni constancia, les hemos enseñado que la meta es uno mismo, que el egoísmo y el yo es lo único que deben de satisfacer.

Se nos olvidó enseñarles amor a la familia, se nos olvidó enseñarles respeto al prójimo, se nos olvidó enseñarles a mirar al futuro, se nos olvidó enseñarles el valor de los logros, el fruto del esfuerzo, se nos olvidó enseñarles que  TAMBIEN ELLOS TIENEN OBLIGACIONES, y también, se nos olvidó enseñarles  a SER HUMANOS.

Por Juan Rubio.

Los derechos de los hijos y poco más.
Los hijos tienen los derechos que tienen, los que les damos, los que les corresponden, los que ellos se cogen con nuestra permisibilidad, más los que ellos se toman sin nuestro consentimiento: Y esto es algo que debemos de analizar ante su comportamiento y antes de querer poner o imponer unas normas de convivencia dentro del hogar familiar o dentro de las relaciones familiares.
Quizás erróneamente a nuestra generación en su infancia solo se le hablo de obligaciones, no hablemos de las anteriores generaciones, que aun fue infinitamente peor en cuanto a derechos, y muy pocas veces de derechos, solamente conseguir que se hablara de derechos, fue una dura y ardua pelea con nuestros padres, instituciones y medios de todo tipo.
Dejarse el pelo medianamente largo para un hombre, era motivo de continuas peleas y castigos. Para una mujer, llegar a casa después de las once de la noche era imposible, la más mínima desobediencia traía consigo aparejado un castigo, osar a replicar a alguno de los padres o familiares mayores, era un zapatillazo seguro, una queja de los maestros o profesores a nuestros padres sobre nuestro comportamiento, era un seguro castigo en casa después de haber soportado el del profesor.
Las personas de mi generación, (los nacidos allá por los años 50-60) los del amor libre, los de la paz y las margaritas, los hippies, etc, vivimos en unas circunstancias que hoy se considerarían dictadura, y creo que esos vientos han traído estas tempestades. Hemos pretendido que nuestros hijos no vivieran en esa dictadura, les hemos facilitado la vida y los hemos liberado de las obligaciones, les hemos hablado de sus derechos, de su libertad, de vivir la vida, de disfrutar de ella. Les hemos facilitado todo tipo de juegos, juguetes y caprichos para que fueran felices, su mas mínima demanda era inmediatamente satisfecha y en la mayoría de las veces por encima de su pedido, no digamos de su necesidad. Los hemos acostumbrado a ser servidos, les hemos enseñado que estamos a su disposición, que somos sus serviles esclavos dispuestos a complacerles en todo sin pedir nada a cambio, hemos torcido el árbol para que se sintieran cómodos, en lugar de guiarlos para que fueran rectos y firmes.
Hoy no le hables a ninguno de nuestros hijos de obligaciones, no lo entienden y tampoco les interesa entenderlo, son incapaces de comprender algo más allá de sus derechos. Podemos ver y sentir casos de todo tipo, como nuestros hijos traen a casa un perrito, lo sacan de paseo o hacer sus necesidades pero a la vez veremos cómo son incapaces de comprender la necesidad de sus padres, incapaces de entender que después de estar todo el día tumbado en el sofá, ven como  llega  su madre agotada del trabajo y se pone a hacer la comida mientras ellos siguen tumbados, son incapaces de mostrar la mas mínima humanidad con padres, hermanos, abuelos, etc. Son capaces de asistir a una manifestación por la matanza de focas y también son capaces de ver como sus padres se están matando por ellos sin tener el más mínimo gesto de humanidad y comprensión con ellos, incapaces de ofrecer ayuda para algo que es común. En el mejor de los casos harán su habitación, que no tiene el fin de colaborar o ayudar, más bien será por alguna razón oculta.
Si pasamos al tema de su formación (estudios, práctica, habilidades, etc.), será otra demostración más de su incapacidad para el esfuerzo y el sacrificio aunque sea en su propio beneficio. Las palabras esfuerzo, sacrificio, tesón, no existen en su vocabulario. Si hablamos del tema de la responsabilidad, probablemente te dirán que ese no es su problema, que ellos no tienen la culpa, te dirán que eso es así hoy día, que sus amigos lo hacen, que eres de otra época, te dirán mil cosas, incluso que ellos no te pidieron nacer, pero no conseguirás que acepten responsabilidades en ninguno de sus actos, en esto como en otras muchas cosas, la cara que tienen es infinitamente más dura que el acero.
¡Y digo yo!, si nuestros hijos son incapaces de entender que nosotros también somos humanos, que nos cansamos, que tenemos bajones, que tenemos necesidades, que nos preocupamos por ellos y su futuro, que tememos que caigan en las mil trampas que la vida les tiene preparada, que la mayoría de nuestro esfuerzo diario va encaminado a ellos, a darles de comer, a poder vestirlos, a poder darles una formación, a . . . . .  , mil cosas para ellos, ¿De quién es la culpa?
¡Y digo yo!, si nuestros hijos son incapaces de mostrar la mas mínima humanidad con nosotros, si su egoísmo les permite ignorarnos, e incluso provocarnos. Si nuestros hijos están incapacitados para el esfuerzo y el sacrificio necesario para conseguir metas e imprescindible para conseguir la felicidad,  ¿De quién es la culpa?
Les hemos enseñado con nuestro afán de darles felicidad, que la consecución de caprichos, placeres y comodidad es la felicidad. Les hemos enseñado que la felicidad es algo que se consigue sin esfuerzo ni constancia, les hemos enseñado que la meta es uno mismo, que el egoísmo y el yo es lo único que deben de satisfacer.
Se nos olvido enseñarles amor a la familia, se nos olvidó enseñarles respeto al prójimo, se nos olvidó enseñarles a mirar al futuro, se nos olvido enseñarles el valor de los logros, el fruto del esfuerzo, se nos olvido enseñarles que  TAMBIEN ELLOS TIENEN OBLIGACIONES, y también, se nos olvido enseñarles  a SER HUMANOS.

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